Fue el viento que nos trajo este olor a caramelo de la infancia que todavía existe pero ya no vamos a buscar. También crecieron los pastos de los jardines que ya no tenemos y se rompieron las olas de los mares en los que no volvimos a nadar. Yo no sé la primera vez de tantas cosas y sin embargo en algún lugar todo eso está guardado entre telas misteriosas que resisten al tiempo, que van dejando espacio para una vuelta más hasta terminar en un paquetito de recuerdos que en alguna casa que no conocemos usan para cocinar.