Osmosis. Alejandro López Andrada

Después de la llovizna, cuando el sol
te abraza en los raíles abandonados
por la desidia,
tras la estación del tren,
la tierra se desnuda con amor,
se torna certidumbre, receptáculo.
Agrada recibirla en soledad:
volver para quedarse en ella horas,
o quizá días,
y respirar lo amado, la tenue humanidad
de lo sencillo
que hace que ahora, en medio del vacío,
te sientas nube, luz,
jilguero, arcilla, oruga que labora bajo un árbol.