Esta tarde me senté junto a una ventana abierta y leí hasta que la luz se hubo ido y el libro no era más que una parte de la oscuridad. Podría fácilmente haber encendido la lámpara, pero quería cabalgar este día hasta la noche, sentarme solo y acariciar la ilegible página con el pálido y gris fantasma de mi mano.