¿Por qué esta desgracia? Si ocurriera que escucharan tu voz o presencia, aunque las hicieras notar y nunca se percatasen, bastaría el azufre mojando nuestros cuerpos para sentir que si faltaras no podríamos de ti enfermar. Uno por tu trance camina y camina hasta el corazón marchitársele. Y olvidaba esto, última enseñanza: Morirse en levedad y al abrigo de un techo improvisado.