Mis poemas se parecen a un manojo de hilos enredados por un niño. Por la mañana intento separarlos en hermosos ovillos. ¡Pero qué tarea absurda! Ya al atardecer, el piso, la pared, la calle, las casas, todo confundido. Mis poemas se parecen a un largo manto de varios colores. No, al camino por el que haré rodar mi ovillo, mi siglo… Que un niño enrede los hilos, no es posible ir por un camino recto. Y con sólo un color no se puede llenar el mundo entero. Que mis palabras sean un arcoíris.