Manos. Luz Cordero Villamizar

A veces
las manos se me caen,
se desgajan como hojas,
se deslizan entre olvidos y ropas,
les nacen grietas por donde pierden
las ganas,
por donde lloran como niñas
mimadas
o como ancianas solas.
Antes,
mis manos y yo
solíamos tener discusiones
pero ya no les hago caso:
se empeñan en convencerme de que
vivir no equivale a hacer cosas.
Les recuerdo que trabajan para mí,
que viven gracias a mí,
pero entonces se ríen de sus grietas
y yo sé del dolor de su risa.
Ellas son tercas, como yo.
Con terror me pregunto
qué pasará el día en que mis manos
dejen de vivir para mí.