Hace algún tiempo fuimos todas las películas de amor mundiales todos los árboles del infierno. Viajábamos en trenes que unían nuestros cuerpos a la velocidad del deseo.
Como siempre, la lluvia caía en todas partes.
Hoy nos encontramos en la calle. Ella estaba con su marido y su hijo; éramos el gran anacronismo del amor, la parte pendiente de un montaje absurdo. Parece una ley: todo lo que se pudre forma una familia.