Si vas por la playa donde se vadea el río verás, plantadas en el limo, largas varas de eucalipto. Están allí para los caminantes que van a la otra ribera. Una será tu cayado: con ella tantearás, sin riesgo, un camino entre las aguas turbias y las piedras de resbaloso musgo.
Cuida de dejar hundida la vara con gratitud en la otra orilla: otro viene: acaso mi padre que en las tierras amarillas busca sandías silvestres, acaso yo que regreso, retrasado y viejo, mirando ansioso mi pueblo que tras el río ondula o se difumina en el vaho solar. Allí, según costumbre, sembraron mi ombligo entre la juntura de dos adobes para que yo tuviera patria.