El entierro fue en Río Tercero, una de sus sobrinas sacó una servilleta y leyó lo que había escrito para despedirse. Me hubiera gustado heredar los ojos de mi abuela, atractivos aunque sin secretos, del mismo verde que el Larousse ilustrado de mi infancia. Cuando ponían el cajón de madera en un hueco de piedra pensé que a esos ojos les debo todas las palabras