Cuencos de aire son macetas vacías. Barro seco y desnudo, exilio de las flores. Mis manos que de niña bailan, mis dedos que olvidan la música, mis uñas manchadas de tierra. Acerco la cara, aspiro hondo la oscuridad. “Lo mejor para las turbulencias del espíritu, es aprender. Es lo único que jamás se malogra. Puedes envejecer y temblar, anatómicamente hablando; puedes velar en las noches escuchando el desorden de tus venas, puede que te falte tu único amor y puedes perder tu dinero por causa de un monstruo; puedes ver el mundo que te rodea, devastado por locos peligrosos, o saber que tu honor es pisoteado en las cloacas de los espíritus más viles. Sólo se puede hacer una cosa en tales condiciones: aprender”