Puede parecer un milagro que, después de tantos años, siga el amor expresándose en nuestros cuerpos, nos siga amalgamando en una alquimia, en un renacimiento continuo, devolviéndonos a la epifanía de la primera vez.
Se abrazan nuestros cuerpos y los dos comprendemos que estábamos juntos antes del principio, y que no existe el fin.