La memoria sorprende en la blancura de corredores enfilados y es un salto la sombra; precisa, ahondando los lugares, en esta mansión tan diurna, tan joven y ya ausente.
No hay ruido y el pasar de la doncella única, dura, todo se agita, las palmas, el agua de la pila, los destellos en el piso, la luz en las vidrieras, las cortinas de paño leve. Ella sigue pasando inmóvil, no asienta los pies, se desvanece, avanza, mientras el silencio de los relojes confunde o apaga las horas.